viernes, 7 de noviembre de 2008

MÓDULO: TECNOLOGÍAS PARA EL TRABAJO COLABORATIVO - Noviembre

INTRODUCCION
Es ya un clásico en este camino de aprendizaje: profundizar en el análisis de las TICs provoca un desenmascaramiento de viejos postulados cómodamente naturalizados en los discursos educativos. Advertirlo y explicitarlo se torna imprescindible para seguir pensando las prácticas educativas a la luz de los cambios que inevitablemente generan la presencia de las tecnologías en nuestras realidades institucionales.
La colaboración ha estado siempre presente en el discurso educativo ya sea como meta de formación, contenido de aprendizaje, actitud, procedimiento, fundamento para la organización administrativa, académica, de tiempos y espacios institucionales y áulicos, como capacidad necesaria desarrollar para la inserción social y laboral. Abordar el trabajo colaborativo en contextos educativos no es nuevo, lo que se presenta como novedad es la demanda de otorgar nuevos significados al concepto formulada desde los entornos tecnológicos.
Cambia el escenario en el que acontece el trabajo colaborativo (redes sociales, Internet) y su análisis parte de una observación expectante del proceso que se desencadena y de la incertidumbre que provoca el hecho de constatar que nada está dicho a priori y que todo puede suceder una vez que se pone en movimiento.

EDUCACIÓN Y COLABORACIÓN EN TIEMPOS DE REDES SOCIALES DISTRIBUIDAS
El recorrido de la información y la comunicación, previamente determinado por la organización que adoptan las redes, da cuenta de la estructura de poder a la que éstas responden. En “El poder de las redes”, David de Ugarte (2007) analiza la evolución histórica de la configuración de las redes sociales, explicando claramente cómo la organización centralizada mutó en descentralizada para culminar en distribuida a partir de la aparición de Internet y las PC como escenario configurador de las relaciones y los intercambios humanos. Al respecto afirma que “tres disposiciones –técnicamente llamadas topologías– describen tres formas completamente distintas de organizar una red: centralizada, descentralizada y distribuida”. (2007: 28)
Pensar nuestras escuelas a la luz de estos análisis, implica dar cuenta de los cambios que impulsan las nuevas tecnologías al irrumpir en la cotidianeidad de las instituciones. Siguiendo las huellas de De Ugarte reconocemos que en sus inicios los sistemas educativos adoptaron formas centralizadas de organización. Siguiendo la tendencia de los siglos XIX y XX, la descentralización fue la nota de progreso en la organización de la educación, tanto a nivel de sistema educativo como hacia el interior de las instituciones.
Podemos señalar como ejemplo de organización descentralizada, la organización académica de muchas escuelas secundarias en Departamentos de Materias Afines. Esta estructura, coordinada por el Jefe de Departamento, se presentaba como el espacio ideal para cimentar el trabajo colaborativo entre profesores. Los datos de la realidad indican que se presentan obstáculos para generar reuniones presenciales, para dar cabida a diferentes concepciones epistemológicas de la disciplina, de la enseñanza, del aprendizaje, se pierde la posibilidad del trabajo interdisciplinario al restringir los intercambios con especialistas de otras áreas y la necesaria vinculación entre escuela y realidad, teoría y práctica. Y lo más importante es que la “colaboración”, imprescindible para otorgar de sentido al trabajo en equipo, se vuelve imposible de alcanzar.
Una nota de valor aportada por las TIC’s en la escuela, estaría dada por concebir que la estructura descentralizada de los departamentos, que sugiere fronteras y demarcaciones estrictas, evolucione hacia formas más distribuidas de poder, organizando “redes colaborativas”. En una sociedad donde la presencia de las tecnologías provocan que la comunicación encuentre otras vías de circulación y que la producción del conocimiento agregue la sinergia a su naturaleza, se hace imprescindible aceptar que la estructura piramidal sobre la que se asientan los agrupamientos escolares actuales yo no encuentran sostén.
Tanto a nivel institucional como áulico, el trabajo colaborativo mediado por tecnologías es capaz de provocar conmociones variadas en el comportamiento habitual de los grupos de trabajo. Incorporar blogs, wikis y otras herramientas digitales permite que la conversación fluya y se expanda para dar cabida a diferentes posturas y realidades. La clave es asumir la alteridad, otorgar presencia a los otros y no sólo a “algunos” otros. Según de Ugarte: “En las redes distribuidas, por definición, nadie depende de nadie en exclusiva para poder llevar a cualquier otro su mensaje. No hay filtros únicos. En ambos tipos de red «todo conecta con todo», pero en las distribuidas la diferencia radica en que un emisor cualquiera no tiene que pasar necesariamente y siempre por los mismos nodos para poder llegar a otros”. (2000: 41 y 42)
La incertidumbre que esto desencadena es un hecho ineludible y al mismo tiempo impensable desde las estructuras actuales. Al respecto son provocadoras las palabras de Lukas: “en las redes sociales, iniciar el proceso de búsqueda construye el objeto buscado” (Audio 1).
Las formas descentralizadas de las escuelas nos han habituado a que el objeto buscado (el conocimiento) está previamente construido, sólo tenemos que reproducirlo. La participación en su elaboración no es necesaria, basta con ejecutar consignas y repetirlas. La expresión es una sola, la palabra autorizada se gesta prescindiendo del aporte colectivo.

INTENTANDO CONCLUSIONES
Visto desde estas perspectivas, y desafiando posturas que se inquietan ante las nuevas tecnologías, es lícito pensar que las TIC’s profundizan el carácter humano del trabajo colaborativo en las escuelas. En actos tan humanos como el de enseñar y aprender es necesario crear escenarios de participación que den cabida a distintas voces y las impulsen a la aventura de enriquecerse en el trabajo conjunto.
Paul Watzlawick dice que: “…se puede calificar de humana a una sociedad en la medida en que sus miembros se confirman recíprocamente. La base de la convivencia humana es doble y, sin embargo, una sola: el deseo de todos los hombres de que los otros les confirmen como lo que son o incluso como lo que pueden llegar a ser, y la capacidad innata de los hombres para confirmar de ese modo a sus semejantes. El hecho de que esta capacidad esté yerma en tan gran proporción constituye la verdadera debilidad y lo cuestionable de la raza humana. La verdadera humanidad sólo se da allí donde esta capacidad se desarrolla». (1995: 13)




BIBLIOGRAFIA:
· de Ugarte, David (2007): El poder de las redes. Edición electrónica: ISBN 978-84-611-8873-4
· Kiektik, Mario (2008): Conversaciones con Fabio Tarasow y el Equipo de Tutores 5º Cohorte. (Audio digital Kiektik – Alta calidad.) Lukas 1high mp3. Size: 11.043. 674. Ratio: 5%. Packed: 10.505.609 Módulo TTC Sesión 5. Diplomatura en Educación y Nuevas Tecnologías. FLACSO. Bs. As, 2 de Octubre de 2008
· Watzlawick, Paul (1995): El sinsentido del sentido. Editorial Herder S. A., Barcelona.

1 comentarios:

Ana Carolina Wojtun dijo...

A mi me impactó mucho la misma cita que vos seleccionaste para concluir este post... por lo sencilla y concreta que es.
Saludos
Caro